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México y los impuestos a los productos digitales
México tiene una estructura fiscal asimétrica, donde las pequeñas empresas —las generadoras de empleo— no tienen ni incentivos ni instrumentos para que se conviertan en empresas grandes.
Por Javier Arreola y Gabriel España*
El paquete económico de la Secretaría de Hacienda suma a México al grupo de países que participan en las discusiones globales sobre cómo cobrar impuestos a los productos digitales, al menos en el aspecto del IVA.
La discusión es oportuna no solo por el magro crecimiento esperado para la recaudación, sino por las condiciones estructurales de México: el número de usuarios de Internet en México sigue creciendo, el comercio electrónico aumenta en número de compradores, ticket promedio y volumen total de compras, y diferentes empresas tecnológicas disruptivas tienen a nuestro país como objetivo prioritario actual o próximo.
México tiene una estructura fiscal asimétrica, donde las pequeñas empresas —las grandes generadoras de empleo en el país— no tienen ni incentivos ni instrumentos para que se conviertan en empresas grandes. Simultáneamente, las plataformas digitales se mueven en un régimen fiscal hasta ahora muy favorable, aunque el usuario se las imagine como Big Tech.
Revisando el origen de estas empresas, principalmente estadounidense, pero también argentino o colombiano, destaca que, dentro del modelo de innovación, se contempla el cobro de impuestos tanto estatales como federales, y tanto al consumo (IVA) somo sobre la renta, específicamente a las plataformas digitales y desde una fase temprana. Esto ha resultado en el establecimiento de unas reglas mínimas de funcionamiento y, por tanto, en la disminución de riesgos regulatorios que desincentivan la creación de estas nuevas empresas.
El gobierno de Trump se ha quejado recientemente del impuesto del 3% que Francia gravó a empresas como Google, Facebook o Amazon, el cual se cobra en adición al IVA. Por ahora, un proyecto del G20 estudia la medida para aclarar el marco legal, por lo que presentará resultados y recomendaciones al resto de países a final de año. Incluso se ha especulado sobre un impuesto digital global.
Históricamente, el impuesto más exitoso ha sido aquel que se cobra y se administra fácilmente por parte de la entidad fiscalizadora y el debate debe ser, no sobre el dogmatismo “impuesto sí o impuesto no”, sino en la instrumentación. Los instrumentos deben evitar romper el crecimiento orgánico de estas plataformas digitales y, por el contrario, compartir los beneficios de la nueva economía.
Algunas de las plataformas de servicios digitales que operan globalmente y que se han establecido en México están preparadas para esta nueva regulación fiscal, que naturalmente ya esperaban. Un ejemplo es Cabify, que descartó subir sus precios.
México debe trabajar en crear condiciones de “piso parejo” en muchos rubros como éste, y su aparición en la propuesta del Presupuesto de Ingresos debe ser vigilada para crear condiciones de equidad fiscal entre negocios tradicionales y plataformas digitales, especialmente al estar potenciadas por sus grandes efectos de red.
En las condiciones de competitividad global, ningún país debe promover sectores de la economía que dependan de subsidios fiscales. Si la instrumentación fiscal propuesta es administrativamente sencilla de operar, crea condiciones de equidad y ayuda a una mejor recaudación fiscal a la nación, que siempre será bienvenida.
Por ahora, la clase media quizá resienta una actualización en los precios de los servicios —aunque en los casos de Argentina y Colombia, el impacto del gravamen fue imperceptible en el precio final para el usuario—. Pero este paso puede ser un ensayo de cara a una reforma fiscal integral que termine en mayor recaudación, y esperemos, en menos subsidios donde no se necesitan.
*Banquero de Inversión Global y Mercados Emergentes por la IFC del Banco Mundial en Washington D.C. La opinión no refleja la posición del Banco Mundial.