El crecimiento de entre 5 y 6% por las reformas…
Las Big Tech y su Regulación (I)
La pregunta ya no es si algún día se regulará a las empresas tecnológicas, sino cuándo. Aquí te explico por qué el enfoque antimonopolio es distinto a su uso histórico.
A días de las elecciones presidenciales, el Departamento de Justicia (DOJ, por sus siglas en inglés) de la Administración Trump demandó a Google como parte de una serie de acciones para mostrar una dura posición ante el dominio de uno de los gigantes tecnológicos. Pero ésta es apenas la más reciente de las partidas que juegan las llamadas Big Tech con sus reguladores. Ante ello, vale la pena preguntarse, ¿por qué es esto importante? ¿Cómo están reguladas? ¿Cuáles son las dimensiones clave y cómo se podrían regular?
¿Por qué importa cómo se regulan las empresas tecnológicas?
El debate de la regulación de tecnológicas sucede en dos arenas principales. La primera, en cuanto a hacer negocios, la batalla es feroz, ya que las Big Tech —Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft— compiten entre ellas y a pesar del dominio abrumador que tienen sobre un nicho, dicen que no tienen tal posición debido a que se consideran como parte de la industria de la tecnología, en general. Los reguladores difieren.
En la arena de los usuarios la situación es más sencilla: Tienes miles de millones de usuarios alrededor del mundo, quienes usan diariamente sus productos, a los cuales les agradan y sienten gratitud porque pagan poco o nada por utilizar estos servicios, que han hecho más fácil su vida.
La preocupación principal de reguladores y servidores públicos es que estas compañías son demasiado poderosas, que tienen capacidad para explotar a consumidores y eliminar competencia, y que esto requiere cierto grado de intervención gubernamental.
Los Datos y el Petróleo
Decir que los datos son el petróleo del Siglo XXI se ha vuelto un cliché, pero vale la pena examinar su naturaleza con mayor detenimiento. Los datos son:
- Reutilizables y auto reforzantes: Son distintos a los activos que permitieron la era industrial —como petróleo o acero— debido a que son reutilizables. Inclusive, se pueden generar nuevos datos a partir del uso de los datos preexistentes, lo que mejora los modelos y vuelve a los datos más valiosos, al nivel de volverse fuerzas preponderantes sobre el mercado.
- Complejos: El dato, visto como unidad mínima, requiere cierto tratamiento para ser recolectado y guardado, por lo que no es accesible para cualquiera.
- Se multiplican exponencialmente: La recolección de datos y la velocidad a la que se diseminan son exponenciales.
- Crean asimetrías: Información es poder y mientras una parte tenga más datos valiosos, o la contraparte sepa menos sobre el uso de dichos datos, más desbalanceada estará la relación.
De esta forma, las empresas que puedan acumular y explotar más datos llegan a tener más poder sobre el mundo físico —originado desde el mundo digital— al grado que les ha permitido crear sus propias reglas y en general, auto supervisarse.
Herramientas del Siglo XX para el Siglo XXI
En EE.UU., las leyes antimonopolio han sido referenciales desde el caso del gobierno contra Standard Oil Co. de 1911 por acciones abusivas y anticompetitivas, que derivó en la división de la corporación en 34 empresas diferentes, separadas geográficamente y que compitieran entre sí.
A lo largo del siglo, el enfoque antimonopolio se vio asentado por el llamado estándar de bienestar del consumidor, fuertemente empujado por Robert Bork, Richard Posner y otros miembros de la Escuela de Chicago. Bajo este criterio, un caso de antimonopolio requiere una importante carga de prueba que demuestre que las prácticas, el tamaño y el poder de las empresas llevan a precios más altos o peor calidad a los consumidores; por el contrario, la conducta deseable en el mercado es que los precios bajen y la calidad mejore. Lo anterior implica que la ley espera una autocorrección del mercado, y en caso de que no se ocurra, entonces la autoridad intervendría.
En los últimos años, este criterio ha sido difícil de aplicar debido a que las empresas han desde desmonetizado y hasta democratizado los servicios que ofrecen, a cambio de que los clientes les compartan datos y se exploten éstos para generar publicidad dirigida, principalmente. Por ejemplo, mientras una empresa que vende refrigeradores requerirá inversión en lámina, fierro, componentes eléctricos y demás piezas por ensamblar para vender una nueva unidad, una tecnológica reutilizará el mismo software —cuyo principal costo se sufragó al principio del ciclo— para dar de alta desde uno hasta una multitud de usuarios, que a su vez lo utilizarán gratuitamente.
Lo anterior ha mostrado que el enfoque tradicional llegó a sus límites. La naturaleza reutilizable y auto reforzante de los datos crea poderosos efectos de red, tales como economías de escala, aumento de valor, generación de consumo, disminución de costos de adquisición, aumento de costos de dejar la red, entre otros, lo que podría generar barreras para la innovación y la competencia.
Estos efectos de red son difíciles de cuantificar y a veces de observar bajo las premisas tradicionales —por ejemplo, los efectos de red aún no se reflejan en los libros contables— lo que amplía la brecha entre los mundos físico y digital. Además, el uso de datos permite el avance tecnológico a gran velocidad, mientras que el enfoque tradicional está adaptado a tecnologías estables y de lenta evolución.
En la siguiente entrega de este texto, analizaré los casos antimonopolio que se han dado contra empresas clave del sector tecnológico.
Publicada el 17 de noviembre de 2020 en Forbes México.
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