El empleo en México: más frágil de lo que pensábamos

El empleo en México: más frágil de lo que pensábamos

El gran encierro de los últimos meses ha sido devastador para las cadenas productivas y ya afecta a millones de familias. En resumen, el empleo es más frágil de lo que pensábamos.

Una de las grandes concesiones en los debates de la pandemia es que una proporción importante de la población no puede quedarse en casa, debido a que viven al día. Para hacerlo, se necesitaría darles un sustituto de ingreso.

Evidentemente el gobierno ha argumentado que desde el año pasado realiza transferencias directas a ciertos segmentos poblacionales —personas que ya estaban jubiladas y jóvenes que están estudiando—, pero en la coyuntura de la COVID-19, éstos no son los grupos cuyos ingresos se ven más afectados por la pérdida de empleo, entre los que estarían personas de entre 23 y 50 años, quienes son pilares económicos para su familia. Más aún, pronto llegaremos a tres meses de encierro formal y aún no se ha implementado alguna medida dirigida específicamente a proteger el empleo.

Con respecto al empleo formal, éste tiene una importancia que aún no se puede sustituir: es más fácil saber dónde se encuentra, así como mantenerlo vigente y las empresas formales pueden generar derrama económica en la economía informal, quienes llegan a ser sus proveedores.

El desajuste entre el perfil de créditos ofrecidos a través del IMSS a MiPyMEs y la demanda real del mercado fue evidente: al 22 de mayo, apenas se colocaron 191,981 créditos de 1 millón prometidos a empresas solicitantes. Las razones: la insuficiencia de los $25 mil pesos ofrecidos y que su anuncio fue tardío, incluyendo la regla de que no se tenían que haber registrado bajas recientes. Un empresario con renuncias en el periodo o uno que luchó durante un mes por mantener los empleos, pero finalmente no soportó el periodo sin ingresos, eran ineligibles.

El anuncio de la encuesta telefónica de ocupación y empleo cambia la dimensión de las cosas: en abril, 12 millones de mexicanos podrían estar suspendidos de sus empleos. Esto lleva a tres aseveraciones:

  • La fragilidad del empleo es grande. Aunada a la alta informalidad, tenemos una economía de alto contacto, insuficiente complejidad económica y un bajo nivel de digitalización en las empresas que pueda facilitar el trabajo a distancia, y
  • El problema de pérdida de empleos es mucho más grande de lo que se pensaba
  • El no apoyar la relación empleado-empleador en los empleos formales, no amortiguó el desempleo.

En México, el costo social derivado de la destrucción del empleo formal es más alto que el monto de los apoyos para mantener el empleo:  se pierde parte de la inversión nacional en educación y capacitación, las personas pierden acceso a la seguridad social, tardan tiempo en encontrar trabajo y generalmente, lo encuentran con un salario menor al que tenían. Igualmente, las empresas pierden el conocimiento de sus ex empleados y el aprendizaje y la productividad toman tiempo en recuperarse.

Más aún, la mayoría de las empresas de México no tenía las tecnologías de información suficientes para trabajar desde casa, lo que ha resultado en gran cantidad de empleos perdidos y baja en la productividad, pero también en una evolución en la forma de trabajar y en un salto en la transformación digital de dos a tres años en un par de meses. La tarea pendiente es evolucionar más puestos de trabajo a actividades que no requieran interacción física.

Por otro lado, la noticia dada por el INEGI es mortificante, ya que 12 millones de afectaciones —de los cuales dependen directa e indirectamente tres o cuatro personas— implica que la generación de ingresos y actividades económicas de los mexicanos ha sido severamente afectada. La proporción es más grande que lo que cualquier entidad gubernamental y programa de apoyo suponían: estos millones de personas están esperando a que haya luz verde para ver si aún pueden trabajar de lo que lo hacían antes, y en caso de que no, de empezar a buscar trabajo, en un contexto en que todas estas tendencias van a crecer: la incertidumbre del sector privado para invertir, el desempleo abierto, la informalidad y las carteras vencidas.

Hay esperanza en la reactivación económica dentro de la “nueva normalidad” y la entrada del vigor del T-MEC, pero quizá la pregunta más importante será, ¿cuántas de esas pérdidas de empleo serán temporales y cuántas serán permanentes?

A estas alturas de la crisis, vale la pena considerar que no son tiempos normales y hay daño importante en el empleo, pero aún se pueden tomar medidas para fortalecer la relaciones empleadores-empleados y preservar las cadenas de producción. En segundo lugar, abrir precipidamente las actividades para rápidamente caer en rebrotes puede provocar daños graves a los trabajadores y la economía, especialmente a partir del mediano plazo. Tendremos que aprender a trabajar en una economía que puede cerrarse y reabrirse rápidamente, y con menores costos que los del primer gran cierre.

Y en tercer lugar, hay que destacar una revelación importante de la encuesta del INEGI: Hay una reducción importante de 46.3% a 30.5% en el porcentaje de ocupados en jornadas de 35 a 48 horas semanales, por lo que más personas están disponibles para trabajar más horas. ¿Qué implica y que hacemos con ello? De eso hablaremos en el siguiente texto.

Publicada el 17 de junio de 2020 en Forbes México.

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