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La economía gig en tiempos de COVID
La pandemia ha apretado el modelo gig, que también le ha dado oportunidades a cientos de miles de trabajadores. También hay aprendizajes de cara a una regulación.
El texto anterior enfatizó que, la encuesta telefónica de ocupación y empleo del INEGI, reveló que bajó de 46.3% a 30.5% el porcentaje de ocupados en jornadas de 35 a 48 horas semanales, por lo que más personas están disponibles a trabajar más horas. Se atribuye principalmente a que, o disminuyó su carga de trabajo o renegociaron con su empleador las horas trabajadas, para así bajar su sueldo, al menos durante la coyuntura.
Estas personas, además de las ahora desempleadas, ven en los empleos gig —también llamados economía de contratistas o de chambas— una forma para compensar los ingresos perdidos o generar adicionales, y hasta de obtener empleo temporal, haciendo funciones desde micro tareas en plataformas, proyectos por encargo, freelancing, envíos de productos y consultorías.
A partir de la pandemia, la existencia de estas formas de trabajo ha sido positiva para cientos de miles de mexicanos que habían sido impedidos para presentarse a trabajar, ya sea porque sus puestos de trabajo fueron desapareciendo, o porque sus actividades se vieron afectadas por las medidas de distanciamiento social, restricciones de viaje y limitación de agrupación de personas en masa. Así, muchos trabajadores:
- Pudieron transicionar rápidamente a áreas abiertas de la economía y así seguir recibiendo dinero de una forma u otra.
- Aprovecharon los esquemas flexibles de tiempo de ocupación.
- Han compensado al menos un poco el nivel de ingresos de salarios familiares, estrangulados durante esta crisis.
Sin embargo, conforme ha avanzado la pandemia, el modelo de esta economía de chambas está llegando a un límite que requiere atención, con diferentes dimensiones.
Dimensión 1: Cada día hay más personas en estos esquemas
De acuerdo con cifras del IMSS, en el sexenio anterior y durante 2019, alrededor de 14% de los empleos generados han sido eventuales, entre los que pueden entrar algunos de la “economía de chambas”. En EE.UU., el Buró de Empleo sugirió que 10% de la fuerza laboral tiene este tipo de actividades, mientras que ADP ha estimado el 16% y la encuesta Marketplace Edison Research obtuvo 24%.
La tendencia es muy clara: ya sea por temas de temporalidad —contratista independiente, suplencia, trabajador temporal, de servicio corto, entre otros— por tipo de ingreso —primario o complementario— por coyuntura —oportunidad para obtener más dinero o necesidad de compensar ingresos perdidos—, entre otras dimensiones, cada día hay más personas participando en estas actividades.
Dimensión 2: La economía de chambas está poco contemplada en esquemas de trabajo
La actual administración ha emprendido una campaña férrea contra el outsourcing ilegal, simultáneamente impulsando esquemas más tradicionales de contratación. En el marco de otros esquemas novedosos, abrió un piloto de integración de las personas trabajadoras del hogar a la Seguridad Social.
Sin embargo, no ha avanzado en realizar un piloto de cara a crear la figura del “trabajador independiente”, que ocuparía un espacio entre empleado de tiempo completo y contratista independiente, de forma que el empleado pudiera acceder a beneficios como libertad de organización y negociación colectiva, protección de derechos civiles, retención de impuestos y contribuciones del empleados para impuestos sobre ingresos.
Tampoco se ha explorado la posiblilidad de buscar una portabilidad de beneficios —que podría tener aristas coincidentes con el piloto de las trabajadoras del hogar—, que permita que los trabajadores de la economía de chambas accedan a una red de seguridad social portable, prorrateada según las horas trabajadas y de acceso universal.
Esta inacción es consistente a nivel internacional. Sin embargo, la pandemia por COVID-19 trajo algunas luces de esperanza. En Noruega, se incluyó una partida de apoyo a los trabajadores independientes que incluyó a la economía de chambas, esquema bajo el que el gobierno asumió por 3 meses el 80% de su ingreso promedio de los últimos 3 años, con un tope de 1.43 veces el salario mínimo, aproximadamente.
En EE.UU., una partida de la Ley CARES contempló apoyo por desempleo a “trabajadores no tradicionales”, aunque su esquema fue mal comunicado y causó confusión sobre eligibilidad. A nivel estatal, entidades como Nueva York, California e Illinois, aprobaron proyectos de ley que reconocen a los trabajadores que prestan su servicio a través de apps como empleados, a efecto de que puedan recibir los beneficios, aunque esto se añada a las disputas legales que ocurren desde hace años sobre dicho estatus.
Dimensión 3: El encierro aprieta el modelo gig
La consideración de industria esencial o no, la naturaleza de la actividad empresarial sobre si requiere alto contacto o no y la posibilidad de que un trabajador sea población de riesgo COVID-19 o no, crearon un gran desajuste entre oferta y demanda, que ha impactado en las plataformas digitales.
Originalmente, éstas apelaban a obtener ingresos adicionales y esquemas flexibles, pero la pandemia borró el segundo atractivo: mientras muchas empresas se vieron obligadas a encerrarse, muchos trabajadores se dieron de alta en plataformas digitales, que apalancándose sobre empleo fragmentado, llegaron a responder a crecimientos históricos de demanda, apretando las jornadas de trabajo de estos trabajadores independientes.
Así, en la pandemia han proliferado empleos como entrega de comida, productos y servicios, tutores, asistentes personales, ventas, transformación digital, programadores, desarrolladores de sitios de ecommerce, trabajadores de tiendas, cocineros, sanitizadores, trabajadores del hogar, niñeros, médicos a distancia, consultores, entre otros. La mayoría de estas posiciones son temporales y algunas de ellas se convertirán en permanentes.
Sin embargo, trabajadores de labores de alta demanda como repartidores de comida y otros servicios de última milla, conductores, entre otros, han visto incrementado sus niveles de estrés. Por un lado, se saben vulnerables debido a que cada posición tiene una demanda de decenas de personas —incluyendo sectores de importantes despidos como restaurantes, gimnasios, turismo y similares, así como de jóvenes incorporándose al mercado laboral—, pero por otro lado, les aterroriza saberse expuestos al coronavirus y en muchos casos, no tienen pleno goce de prestaciones laborales o seguridad social.
Efectos permanentes de la pandemia
La pandemia está fragmentando aún más el empleo y cada día que pase, habrá más personas que estén incorporando más de una actividad a sus ingresos totales. Dependiendo de si esto se reglamenta bien o no, y si se desarrollan modelos híbridos que reflejen la forma en que se puede hacer dinero en esta época, el fenómeno se convertirá en una ventaja para construir resiliencia en el mercado laboral o en un freno para todos los jugadores.
Se trata de que el marco evite los abusos del outsourcing, que sea balanceado entre flexibilidad, crecimiento económico en niveles macro y micro, empoderamiento, protección y que les represente beneficios a la mayoría de los trabajadores.
Publicada el 19 de junio de 2020 en Forbes México.
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